Nav Melech.-
So apropos.
Te encontré otra vez. Tu sonrisa, junto a tu hermosa silueta, todo apareció bruscamente en la pantalla; ambas golpearon majestuosamente mi tranquilidad, desbalanceándola y provocando que quedara bailando como un tarado entre todos mis recuerdos.
Estábamos los dos, juntos, escondidos entre tantas risas y figuras de personas que ahora me son completamente desconocidas. Nos veíamos alegres frente al lente de una cámara que habría de plasmarnos para la eternidad como lo que fuimos: tan solo un par de niños enamorados, jugando, distraídos por el mundo, jugando a quererse, viviendo la vida que ellos mismos imaginaban tener en algún futuro.
Te encontré sin querer buscarte. Te volví a escuchar sin querer pensarte. Te soñé sin querer volver a verte. Sentí tu tiempo, tu distancia, tus manos y tu risa. Acaricié una parte de tu hogar, el que ahora es el espacio que tengo en mí para tí, donde guardo las cosas bellas, y que me sirve para esconderme, resguardarme mientras deja de llover allá afuera, en las calles y en las miradas que se cruzan con la mía.
Recordé algunas conversaciones. Sentí tu mano con la mía, tus dedos sobre mi cabello; tus ojos plantados sobre mi sonrisa, esperando cualquier distracción para acercarse a mí. Estábamos los dos, de nuevo juntos, como si todo eso hubiera sido ayer. Te encontré en un video del año 2013. Te encontré tomándome de la mano, después de tantos años; aferrada a mi brazo y esperando el momento de regresar a la casa para abrazarnos con todo el amor que teníamos en nuestros cuerpos a esa temprana edad. Edad a la que siempre regreso nostálgico; pensando en lo tonto que era, pero en especial, en lo gran afortunado que fui al tenerte en un parpadeo de mi vida.
Dentro del video vi tantas cosas y a tantas personas que ya he olvidado. Vi tantas sonrisas que ahora las siento huyendo de mi subconsciente, encaminándose a la parte oscura de mi nostalgia; pero algo que me llamó fuertemente la atención fue mi rostro, en especial mis ojos perdidos, mi sonrisa a medias, mi mirada centrada en tus ojos. Me vi muy distinto a como soy ahora, no tanto físicamente sino emocionalmente. Me veía enamorado, feliz, tan mejorado. Te digo esto porque ya han pasado muchos años desde que yo mismo no me veo de esa manera. Y no sé si en algún momento de mi futuro pueda volver a tener esos ojos, esa sonrisa, esa serenidad en el corazón y un cuerpo tranquilo consigo mismo, tan perdido en la cercanía de otro. Si te soy sincero: lo dudo mucho; pero estoy alegre con esa idea, o con ese tonto sentimiento; no me duele saber que te dejé todo mi amor, y que no quedó nada más, ni para mí ni para nadie que tenga la desdicha de conocerme en algún mañana.
Cuando lo pienso sé que es tonto decir que me quedé sin amor; pero en tantas ocasiones he sentido que ya no tengo nada más que darle a las personas que conozco amorosamente, o al menos en un contexto de una relación. No queda dentro de mí amor que dar; pero me genera una gran felicidad saber que lo gasté todo en ti.
En el video me veo distinto porque sé que estaba perdidamente enamorado. Lo tengo claro porque me sostenía fuertemente de tus manos, y porque tenía la mirada perdida en las nubes acostadas en el cielo; mismo paisaje que presiento que es el mismo de ahora, mismo que me ve pensativo, de nuevo nostálgico y dolido con mis ojos tristes.
Imagínate que en este video, tanto las personas, como las acciones de estas, el cielo y el color verde de los árboles que nos rodeaban, todo eso está añejándose tal cual lo hace un vino dentro de un barril. Se hace una mezcla de buenos y de malos momentos que dentro de unos años venideros tendrá un sabor fascinante a muerte, resentimiento y amores perdidos; las imágenes de ese momento tienden a tener mejor sabor conforme pasen más y más años.
En su momento que grabaron, supongo que no tenía mucho sentido lo que estábamos viviendo; no fue sino hasta años después que encontré todo el sentido del mundo en las cosas que estaban ocurriendo en ese instante, en las manos que sostenía enamorado, o en los cielos que pasaban por encima de mí despreocupadamente. Con el tiempo entendí que estaba siendo bendecido con el presente, y me sentí tonto, porque me recordé en aquellos días, cuando solo corría para llegar al día en el que hoy estoy parado. Sentí una embriaguez al ver las imágenes correr por la pantalla. Sentí el derrumbe y el lastimoso paso del tiempo. Sentí la ausencia del amor, el recuerdo de su desvanecimiento de mi cuerpo hace varios ayeres; la ausencia del cariño, con su hueco inimaginable desde donde sus alturas se ve una persona que llegué a ser en vida; vi claramente el frío que abandona un cuerpo, y cómo su caparazón queda vacío, tan abandonado que no vale la pena volver a habitarlo. Ha partido el amor, dejando un cuerpo sin vida, estático y monstruoso, como un espectro, ausente de colores, sin voz ni movimientos. Sentí que todo estaba a punto de terminar cuando vi tus ojos en la pantalla, hasta que vi mi sonrisa y no tuve dudas de que fui extremadamente feliz.
Pasaron los segundos y el tiempo se volvió pesado, los aires de la casa se hicieron calientes y mis ojos comenzaron a recordar.
El video me lo mandó un amigo. Lo conociste hace mucho tiempo ya, y la verdad no espero que lo recuerdes a detalle. Nos visitó en varias ocasiones en la casa. Un amigo suyo vivía cerca de tí, por lo cual era común encontrármelo cuando salía a la tienda o a fumar a la calle. En ocasiones, cuando regresamos de clases, lo encontrábamos en el parque fumando marihuana con otros conocidos. No sé si recuerdes, pero en ocasiones también fumábamos con él en el balcón de la casa. Lo que sí creo que recuerdes es que él detestaba el café americano, solo tomaba cerveza o, si había oportunidad, tequila. Nunca fue de mis amigos tu favorito; aunque recuerdo pocos que lo hayan sido, más bien ninguno.
Volviendo a lo que vi en el video, te digo lo siguiente: Qué lindos éramos. Éramos jóvenes. Éramos muy hermosos. Teníamos los cabellos con estilos horribles, con cortes -y si te soy muy sincero- bastante desastrosos. Teníamos aretes y perforaciones en cada rincón de nuestro rostro; tanto como en mis orejas amplias y algunos cuantos en las tuyas, que eran diminutas; vestíamos plata en cada parte visible de nuestro rostro, y la verdad no sé por qué. Nos teníamos profundamente. Nos sosteníamos. Te tenía a ti, y tú me tenías a mí. En ese momento, ninguno de los dos podía funcionar sin el otro. Sin temor a equivocarme, podría decir que en esos momentos nos sosteníamos con tanto amor en las manos que se nos desbordaba hasta en las sonrisas. Sé que en ese momento de mi vida te necesitaba, de la misma manera en la que tú me necesitabas a mí. Nos encontramos por accidente, o quisiera pensar que nos encontramos de la única manera que pudo haber sido.
En esos días tenía una sudadera roja con unas bolsas ubicadas en la parte inferior del estómago, donde siempre descansabas tus manos con las mías; lo hacías cuando tenías frío, o cuando simplemente querías cruzar tus dedos con los míos; ya que yo escondía mis dedos generalmente dentro de mi sudadera a causa de mi ansiedad social; y tú hacías el intento de encontrar mis manos donde quiera que estuviesen para calmar mis preocupaciones.
En el video desaparecemos tempranamente. En un momento estamos en el primer plano, y de la nada huimos de la pantalla. No sé a dónde nos fuimos, pero sí sé que estábamos juntos. Sé que te sujeté amorosamente la mano al cruzar la calle. Sé que te besé con la misma sonrisa que se veía en el video; una mueca que transparenta que todo está bien entre nosotros, aún cuando todo está mal, cuando todo estaba siempre al borde de derrumbarse; y más aún cuando no podemos hacer nada para cambiar la realidad, pero sí se puede hacer algo para distraernos de la situación que estamos viviendo; aun cuando no queremos hacer nada para cambiarlo, y sabiendo que el final va a pasar dentro de unos días, meses o años; y eso que va a pasar va a ser suficiente como para despedirnos y besarnos por última vez; que esa mueca va a significar nuestro último abrazo, mismo que no vamos a saber que es el último, y que nos va a distanciar tanto que vamos a convertirnos en extraños, en algunos buenos y malos recuerdos, pero que sinceramente nos va a quitar la familiaridad.
Sonreímos bastante en el video. No creo haber sonreído de esa manera desde entonces. Veo que nos sentamos por un momento, dentro de la inmensidad del pasto. Vimos cómo los vientos se alejaban de nosotros, como si de alguna manera nos dieran nuestro espacio. No hicimos nada más. Únicamente nos quisimos por ese instante. Sé que nos amamos por ese momento. También sé que esos segundos frente a la cámara nos duraron una eternidad en el corazón. También sé que en ese momento teníamos tantos problemas que no quisimos entender al mundo. Sé que éramos felices. Sé que fuimos intangibles, inalcanzables. Nadie estaba a nuestra altura. Teníamos un amor que nadie más ha vuelto a vivir. Nadie en sus miserables vidas ha sentido lo que tú y yo vivimos. Vivimos algo que nadie más va a vivir. Es tonto pensar; es más idiota pensar que nunca volverá a pasar; sé que nunca te voy a volver a encontrar. Sé que este amor tiene un punto y final. Me da gusto saber que nunca voy a volverme a enamorar de ti. ¡Ah! pero eso sí; ojalá pueda volver a enamorarme de la misma manera en la que me enamoré de ti. Ojalá la vida me regale otro amor como el tuyo antes de morir. O tal vez. No sé. Y digo esto sin pensar. Ya me llegó el momento. Lo mío ha terminado. Ese fue mi amor, mi último amor. Va. Lo tomo. Jugué bien las cartas que tenía en el momento. Puedo decir que aposté todo, lo hice rápido, sin consultarlo con nadie; fue una apuesta tonta, incrédula, pero me dio resultados al instante; fui rico inmediatamente, y me dio para vivir los mejores momentos de mi vida. Nunca me arrepentiré de ello. Tu amor lo tomo con orgullo. Lo defenderé hasta el final de mis respiros. Sé que ese amor nunca lo olvidaré. Me lo llevaré a mi tumba. Será mío. Será nuestro. Al menos podré morir con una certeza. Sabré que morí enamorado. Nadie podrá presumir en el paraíso que amaron más que yo, ya que eso sería una mentira. Sé que te amé tanto. Sé que te besé esa tarde con todo mi corazón. Sé que si pudiera vivir esa misma tarde, haría todo igual, volvería a decir las mismas cosas, aunque no recuerde cuáles fueron, aunque no recuerde qué eran las cosas que te hacían reír. Ese corazón que te regalé, ¡ah!, hazme un favor y cuídamelo. Ya que ahora que lo necesito lo siento perdido. Ahora que me siento más solo que antes, es cuando recuerdo que mi corazón, esa ancla de mi sanidad mental, ahora ya ha desaparecido de mi protección desde hace muchos ayeres, y me doy cuenta de que lo tienes tú y eso explica muchas cosas de mi estado emocional. Ahora que siento que no puedo con mi vida, ahora que no te encuentro ni en mis malditos sueños, es que recuerdo que te dejé todo mi amor, y si en verdad lo pienso, te di una gran parte de mi vida que nunca he podido recuperar.
Me equivoqué. Poniendo tantas cosas tuyas dentro de mí. No me di cuenta en el momento de que ya nunca ibas a salir de mí. Necesito un doctor, un especialista, alguien que tenga las habilidades para sacarte de mi cuerpo. Al mismo tiempo no quiero. Necesito tanto de ti. No podría vivir sin aquellas partes tuyas viviendo dentro de mí. Sin ellas me quedaría sin un órgano. Frágil. Dispuesto a desvanecerme en cualquier momento. Pienso que así será algún día, en especial al final, cuando tu último detalle salga por fin de mi cuerpo. No habrá nada más que cuidar.
Espero que la distancia entre nosotros nunca te haga pensar que te he soltado. Ni que mi ausencia, mi silencio, te haga pensar que no hablo contigo en mis sueños, dentro de mis hermosas pesadillas, dentro de mis conversaciones ausentes conmigo mismo mientras camino por las calles. Piensa por favor que te pienso siempre. Desde el comienzo del día hasta el final. Unos días más que otros. Espero que me pienses, que me recuerdes, que mires el cielo y los globos de cantoya te recuerden una parte de mi sonrisa, una parte de ese amor que dejé solo para tí.
Deja un comentario