Ella

Nav Melech.-

Para mi amigo:

A mi más querido amigo, de todos siempre mi más querido, de todos el más apapachado, el más adorado, te repito: de todos el que yo más atesoro. Te pido que hoy seas valiente y que no le tengas miedo a esa tan malentendida depresión

Ella, -tan tranquila que es-, la verdad es que no quiere lastimarte, no busca tu dolor ni ansiedad, no quiere procurarte ningún mal. Necesito que le muestres cariño y sobre todas las cosas: respeto. 

Sé que no entiendes su presencia en este momento de tu vida. Ella se ha vuelto un peso inquebrantable sobre tus días y todas tus largas noches. También sé que tienes miedo de todas las cosas que ella te dice a escondidas, en especial cuando todos se han ido a sus casas, y ella se queda a susurrarte recuerdos, pensamientos solemnes, proyectos interrumpidos y tantos sueños no cumplidos. Sé que ella te lastima, te quema en lugares donde nadie puede curarte. Amigo, intenta ser valiente, al menos el día de hoy. No le tengas miedo. Mírala a la cara. Pero te pido que no seas agresivo con ella. Muéstrale que dentro de todo el dolor de tu corazón tienes un espacio hermoso para ella, donde puede quedarse a descansar el tiempo que ella guste. No la lastimes, por favor. Entiende que ella te busca solo a tí; se aferra a la persona más fuerte que encontró en su camino. Su presencia es una muestra de respeto hacia tu persona. Cuídala, aunque sea por un par de días. Ella no va a quedarse contigo toda la vida, así que mejor hazle saber que la quisiste por el breve instante que se quedó a platicar contigo. 

Amigo mío, sé que solo te pido que seas valiente. No es fácil lo que te indico. Sé que todo a tu alrededor parece no tener sentido, o importancia o siquiera un mínimo gramo de felicidad. No, no es fácil, eso lo sé. Sé que estás triste, y no por momentos ínfimos, sé que estás triste todo el tiempo, sé que la oscuridad de tu soledad abraza tu cuerpo y no quiere dejarte ir. Sé que sientes una carga enorme sobre tus dos hombros. La veo, todos la vemos, pero nadie puede ayudarte, únicamente tú debes de aprender a vivir con ella, solo tú puedes entender cómo sobrellevar esa realidad. Por más que pidas ayuda, ese peso no va a ir a ningún lado, no va a desvanecerse como por arte de magia si no eres tú quien toma cartas en el asunto. Sé que tú puedes. Confío en tí. También sé que hoy se siente más pesado que ayer. Recuerda que esa depresión no tienes que moverla hoy, puedes esperar hasta mañana y volver a intentarlo de nuevo. Nadie va a juzgarte. Nadie va a criticarte por sentarte a llorar todo el día. Nadie se va a reír de que te sientes cansado, agüitado, un tanto lento. Nadie se está fijando en tus ojos tristes, cansados.

Déjame contarte un secreto: todos se sienten así como tú; la diferencia es que ellos se apenan de su depresión, son tan groseros que la esconden. Tú no seas así, por favor. No escondas tu tristeza. Si decides encubrirla, vestirla con colores distintos a los que ella usa, tratar de enmascararla para engañar a todos, o engañarte a tí mismo. Ahí es cuando la depresión es capaz de lastimarte aún más, porque la has ofendido, la has lastimado, te has distanciado de ella, la has negado, y eso sobre todas las cosas, es lo que más odia. Recuerda que ella solo quiere que la mires detenidamente, no quiere que la escondas, o que finjas que no la conoces. Por favor no hagas eso. Reconócela a ella como una parte de tí. Ella no tiene ninguna pena en decir que viene de tí, es más, ella se siente orgullosa de ser parte de tí, de alguien tan fuerte, tan amable y trabajador. Si tú la engañas, te estás engañando a tí mismo. No tengas miedo en que otras personas la vean, la conozcan, le tengan miedo, o lleguen a amarla. Piensa que están amando otra parte de tí, una que no te hace sentir tan bien contigo mismo, pero que al mismo tiempo es la que va a estar contigo toda tu vida, o al menos en este instante tan maravilloso.

Ella estará siempre ahí, así que aprende a vivir amablemente con ella. Siéntate a platicar, y en especial a escucharla. Recuerda que ella tiene más miedo que tú. En la vida ella ha estado más tiempo sola. Siente cómo sus manos son livianas, suaves, un tanto como las tuyas. No tienes que superarla hoy, ni mañana, ni en un par de años. Pacientemente recuerda aquello que te hizo sentir cuando la conociste por primera vez; recuerda ese monstruo gigantesco, del cual pensaste que nunca ibas a lograr escapar, y que ahora es del mismo tamaño que tú. Ella tiene los mismos ojos cansados que los tuyos. Su cuerpo comienza a hacerse pequeño con el tiempo. Ella sabe que tú eres el único que puede cuidarla. La depresión te necesita, tanto como tú la necesitas para aprender a amarte de nuevo. No seas grosero con ella, por favor. Atiéndela. Aliméntala. Tarde o temprano ella habrá de irse. Posiblemente vuelva en un par de años, y su reencuentro será lleno de amor y no de miedo, de tanto distanciamiento como lo es ahora. Cuídala para que cuando ella se aleje hable bien de tí, de todas las cosas buenas que hiciste alguna vez por ella, y por la forma en que la cuidaste durante tantas noches. Procura hablar bien de ella con tus cercanos y conocidos. Hazle saber que la quisiste tanto. No tengas miedo tampoco de escribir sobre ella. Al final de su relación existe la posibilidad de que se lleve todas las cartas que dejaste en el mostrador. Será una manera de soltar culpas, pero de una forma más hermosa. 

Llegará el día en que ella ya no esté contigo. Serás feliz por un momento, te sentirás libre por un instante; pero, por la noche sentirás de nuevo el peso del tiempo sobre tus hombros, no entenderás porqué te sientes de nuevo como un infante que se deslumbra con la oscuridad por primera vez. Sabrás que la razón de tus lágrimas es porque tu depresión se ha ido para siempre. Solo llorarás una noche, y todas las demás quedarán enmarcadas en júbilo y risas alborotadas. Así que aprovecha estos días que tienes con ella. Cuídala, ámala, protégela. Un día ella habrá de irse lejos. Solo quedarán las marcas de tu piel para recordarla. Todos los poemas, cuentos y novelas, habrán de irse también para siempre con ella.

Manito, no vas tarde a ningún lado. No corras, y mucho menos junto a los flujos de personas que van a tu alrededor. Ellos tampoco saben a dónde van. Ninguno lo sabe en realidad. Puedo entender que te genere ansiedad, hablar con tus amigos, tus conocidos, y que ellos te digan que tienen su vida resuelta; puedo entender que te de miedo platicar de tus proyectos inconclusos, de tu falta de amor, de la agraviante soledad que te abruma. No amigo, no tengas miedo, por favor. Ninguno de ellos habla con la verdad. Todos tienen el mismo miedo que tú, como yo. Nadie tiene la vida resuelta a esta edad, y es probable que no haya una edad para tenerla resuelta. No les hagas caso cuando se rían porque te quedaste en cama a llorar todo el día. No les prestes atención cuando vean que de nuevo vienes cansado del caos de la ciudad. Por favor, no sientas la necesidad de compararte con ellos. Ten en cuenta, siempre, que ellos se comparan contigo sin querer decírtelo, ni reconocerlo. Ellos te ven de la manera en la que quisieras tú verte siempre. Ellos te ven como yo: contento, resuelto, empoderado y con una meta clara. Por eso mismo se embalsaman en conversaciones con falsos proyectos, falsos impulsos de su arte, de sus amistades, de sus conocidos, y perdón que lo diga así, pero son puras pendejadas; ellos lo hacen para querer llamar un poco de tu atención, atención de ellos mismos, de sus padres, amigos, amantes. Al final de la noche solo quieren atención. Tómate tu tiempo. Recuerda que no vamos a ningún lado, y menos con prisa. Estamos aquí para disfrutar el momento, para escribir una historia que podamos contar alegremente cuando seamos viejos. Muchos de los que te rodean aún no se han dado cuenta de ello, por eso son así, por eso esconden su miedo, pero eso no importa. Tú tómate el tiempo que necesites. Al final, todo se trata de ser feliz, de ser triste, de enojarse y en especial de tratar de enamorarse de la vida. Todo tiene su tiempo, su momento, su final. No puedes correr hacia las cosas, a las sensaciones, a los procesos, a todas las caídas de la vida. Todo llega cuando tiene que llegar, y se va cuando nos damos cuenta de que ya lo hemos tenido todo desde el inicio de nuestros días.

Deja que la depresión se quede a dormir contigo el día de hoy. Escúchala. Ella va hablarte de la manera más honesta que nadie más lo ha hecho. Siente el peso de sus palabras. Acurrúcate un momento entre sus piernas. No tengas miedo de sostenerla de sus suaves manos. Platícale de tu día, de tu futuro, de tu pasado. Ella, mejor que nadie conoce tu vida; ya sabe cómo termina y como empieza. Platícale para que puedas escucharte, y darte cuenta que no todas las cosas que te agobian en este instante son realmente tan importantes como tú crees. 

Recuerda que solo somos un grano de arena esperando ante las orillas del mar, nuestra vida es un polvo diminuto dentro de la inmensidad del universo. Eso no quiere decir que no seamos importantes, más bien, es para que dimensiones, para que veas que las cosas van a continuar sin tí, sin mí, y por más que te preocupes por hacer todo, al final las noches duran lo mismo, los días corren igual, la muerte espera y parece que a la vida nadie le da importancia. Tú no seas así. Todo va continuar y nada va a esperar que te levantes. Mejor, disfruta eso que la gente pasa por alto; los atardeceres, la mano de tu mamá sobre la tuya, el aroma del café y la risa de un amigo que te visita cada semana, falsamente para jugar juegos de mesa, cuando realmente él va solo para vivirte, y decirte con su presencia que te quiere, que él también tiene miedo, pero que prefiere pasar su noche riendo de las mismas historias que se han contado tú y él por siempre.  

Enmarca amorosamente dentro de tu corazón los detalles que las personas deciden dar por sentado. Hazle saber a la vida que la estás viendo, que disfrutas de todas las maravillas que genera con su paso por el tiempo. Agradece cada segundo que pasa, por cada lágrima que lloras, cada risa que se esfuma en el gentío de esta apática sociedad. Ámate en la felicidad, y ámate en la tristeza. Quiérete más que nadie. 

Manito, la depresión no va a ir a ningún lado, o al menos no por el momento. Mejor llévatela a bailar, al cine o a cenar. Dile que estás agradecido por pasar una noche con ella, mañana quién sabe qué pase; pero al menos hoy tienes que mostrarle que sus manos no van a estar solas, van a estar acompañadas de las tuyas; en un instante que puede durar una eternidad, o todo lo contrario, apenas un par de minutos en lo que te distraigo con estas palabras.

No tengas miedo, amigo. Aquí estoy, y aquí estaré.

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