Leonardo Báez Fuente.-
ESTAMPA UNO:
El Sistema de Aguas de la Ciudad de México contrata diversas obras de remodelación a sus instalaciones a diversas constructoras. El contrato que impone el Sistema a los contratistas señala que se les pagará por estimaciones de avance de obras en un plazo no mayor de veinte días hábiles desde que se hubieran aprobado las citadas estimaciones.
Es el caso que una vez que los contratistas ingresan sus estimaciones, se busca cualquier pretexto, aún el más estúpido, para no aprobarlas y con ello no pagarlas, exigiendo que los contratistas financien la totalidad de las obras contratadas. En un caso en particular, desde el mes de junio de 2021 en que se dio inicio al contrato y hasta el día de hoy, no se le ha pagado al proveedor ni un peso por parte del organismo gubernamental, mismo que exige como sí hubiera pagado todo en tiempo y forma, apabullando a la empresa con supervisiones de obra y kilométricos y absurdos requerimientos burocráticos para las obras, simplemente para no pagar.

ESTAMPA 2:
El año pasado una mujer de tercera edad fue robada en las calles de la Ciudad de México, en este caso se logró aprehender al ladrón. Después de haberse iniciado el proceso oral penal del cual tanto presumen nuestros académicos y legisladores, se le trasladó detenido al Reclusorio. Desde ahí y en plena psicosis de la pandemia, se celebró la audiencia inicial en el juicio, en donde, por el monto de lo robado, no haber existido violencia armada y que no se acreditó la edad de la víctima para reclasificar el delito y hacerlo grave (aunque obraba en la carpeta la credencial para votar de la señora y sus generales), el ladrón fue dejado en libertad para llevar su proceso libre como el viento y sin medidas de control efectivas sobre de su persona. El ahora imputado, se dejó de presentar a las audiencias sin motivo alguno, y hasta el día 30 de noviembre pasado se decidió señalarlo como sustraído de la acción de la justicia.
Estas dos estampas son el fiel reflejo de que la aplicación de la ley en esta ciudad es un cuento chino. Tan impune es el organismo gubernamental que amparado en su carácter como tal, no quiere cumplir con los contratos que celebra y por otro la inutilidad de confiar en los delincuentes para que se porten bien, bajo el lema presidencial “abrazos y no balazos”. Esta sociedad se pudre porque los que tienen que ser los primeros en respetarla, hacen caso omiso de la ley y dejan a sus proveedores y a los ciudadanos en la mayor desprotección, dado que su mentalidad es que desde lo alto de su impunidad, nada se les puede hacer para que cumplan con sus obligaciones. Estamos en un abismo infame de incapacidad, estulticia y soberbia gubernamental que sólo va a cambiar cuando este país se acabe e implosione por sus propias contradicciones.
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